En un mundo donde las marcas de lujo compiten por atención y significado, la mesa se ha convertido en un nuevo territorio de expresión. Desde el brunch en el Blue Box Café de Tiffany’s en Nueva York hasta un latte con flores LV en Manhattan, el fine dining se ha transformado en una estrategia de branding multisensorial, cuidadosamente diseñada para ser vivida, compartida y recordada.
“La alta gastronomía es hoy un nuevo lenguaje del lujo. Ya no se trata solo de vestir la marca, sino de experimentarla con todos los sentidos”, señala nuestro Executive Director en another, Luis Alejandro Morales Ortíz.
Esta tendencia no surge al azar: responde a una evolución cultural donde el lujo ya no es solo producto, sino experiencia, estética y pertenencia simbólica.
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Del diseño al postre: gastronomía como extensión del ADN de marca
Desde Gucci Osteria hasta Armani/Ristorante, pasando por Le Café Louis Vuitton y el icónico Blue Box Café de Tiffany’s, las grandes casas de moda han trasladado su identidad a la cocina. Cada plato, cada espacio y cada detalle —desde la vajilla hasta la playlist— responde a un sistema de storytelling visual, emocional y sensorial.
El diseño no se queda en la etiqueta: se sirve en forma de cappuccinos monogramados, postres escultóricos o interiores curados como editoriales de moda. La experiencia se vuelve tan fotogénica como deseable.
Un lujo diseñado para el algoritmo
Estas propuestas gastronómicas cumplen una doble función: ofrecen una vivencia íntima y, al mismo tiempo, generan contenido de alto valor simbólico. En un entorno digital donde lo visual se comparte en segundos, una experiencia de lujo vivida a través de una taza o un pastel puede alcanzar millones de usuarios sin necesidad de anuncios.
“Estas vivencias permiten a consumidores aspiracionales conectarse con la marca sin adquirir un producto de cinco cifras, pero sí con el mismo valor cultural”, explica Morales Ortíz.
Un café Dior o un desayuno en Tiffany’s puede costar entre 20 y 100 dólares, pero lo que se obtiene va más allá del sabor: es acceso simbólico, identidad compartida y pertenencia estética temporal.
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América Latina también se sienta a la mesa del lujo
Aunque la presencia de restaurantes permanentes de casas de moda aún es limitada en la región, las experiencias efímeras y conceptuales ya están marcando territorio.
En marzo de 2025, Tiffany & Co. inauguró en Masaryk su nueva flagship en CDMX, con el primer Blue Box Café de América Latina. Diseño, ingredientes locales y curaduría sensorial crearon una experiencia de lujo situada, culturalmente adaptada y profundamente instagrameable.
Le siguieron propuestas como el Dior Café navideño en El Palacio de Hierro y Le Café Guerlain x Sofitel, lanzado como parte de la campaña de Aqua Allegoria Rosa Verde, combinando pastelería floral, arte efímero y mensaje ecológico.
“Latinoamérica es una oportunidad estratégica para este tipo de branding experiencial. Aquí, el lujo se vive, se documenta y se comparte con una intensidad única”, destaca Morales Ortíz.
Branding que se saborea: el plato como manifiesto de marca
En la economía de la atención, cada detalle comunica. Un menú no solo alimenta: transmite valores, activa emociones y narra historias. Desde la sostenibilidad hasta la herencia, pasando por la exclusividad o el diseño, cada bocado se convierte en una extensión de la marca.
“Hoy, el plato también comunica herencia, deseo y diseño. Y en un entorno saturado de estímulos, esa narrativa bien ejecutada es lo que convierte una comida en una experiencia de marca”, concluye nuestro experto en another.
En definitiva, lo que antes desfilaba en pasarelas, hoy se sirve en mesas cuidadosamente diseñadas. La alta costura también se escribe con cubiertos.