Así es: en pleno siglo XXI o, más específicamente, siendo el año 2020, todavía tenemos que hablar de lucha cuando mencionamos las palabras “inclusión” y “respeto”.
El asesinato de George Floyd, sucedido el 25 de mayo pasado, provocó lo que parecía imposible: rompió las barreras y el distanciamiento social por la COVID-19 y sacó a cientos de personas a las calles de varias ciudades del mundo para protestar. Algunos con cubrebocas; otros, no.
Pero la protesta estalló en el entorno digital, especialmente las redes sociales, con Instagram a la cabeza, donde se posicionaron el hashtag #BlackLivesMatter y los cuadros negros en los feeds.
Muchas marcas callaron, especialmente en la industria musical y la tecnología, para posponer sus lanzamientos y anuncios con el fin de no quitarle reflectores a las voces que deben ser escuchadas.
En contraste, otros alzaron la voz, aprovechando su influencia y número de seguidores, para posicionarse en contra del racismo o, simplemente, porque no podían quedarse callados. Los resultados fueron mixtos: Juanpa Zurita fue malinterpretado o dio a entender que no existe el racismo en México y Bárbara de Regil, que de por sí ya estaba en el ojo del huracán por sus declaraciones sobre la violencia doméstica, utilizó una palabra considerada como racista en medio de uno de sus lives al describir su desagrado por un filtro.
Pero la situación desatada por la muerte de George Floyd no solamente puso sobre la mesa la influencia de los influencers, valga la redundancia, sino también la de los medios. Prueba de ello es la salida de James Bennet como editor de editoriales del The New York Times, a raíz de la publicación de la opinión de un senador republicano, quien sugería que los militares deberían salir a las calles de Estados Unidos para lidiar con las protestas.
Si bien el hecho de que no se comparta una opinión ajena no quiere decir que la persona que la emite no tenga el derecho de expresar su punto de vista, la realidad es que las opiniones emitidas en los medios, por más que se declare que no expresan precisamente el punto de vista de éstos, ante los ojos de los lectores sí se percibe así.
Lo mismo sucede con los influencers y las marcas, por eso se han caído tantos proyectos y cancelado tantos contratos durante los últimos días; el mundo en general está muy susceptible debido no solamente al fallecimiento de Floyd, sino también a la COVID-19, mes del orgullo LGBT+, violencia contra la mujer, machismo, etc.
Estos últimos temas, más allá de ser causas, son emergencias que deben atenderse y resolverse sin que pase un segundo más. Estas urgencias y tareas pendientes han hecho que las marcas reflexionen y se replanteen su estrategia de comunicación, no solamente para “subirse al tren”, sino para incorporar en su ADN la inclusión.