A lo largo de los últimos años, las redes sociales han servido para mostrar lo peor y lo mejor del ser humano: mientras que algunos se esconden detrás del anonimato para tirar odio, otros se unen para ayudar al vecino o para alzar su voz en pro de causas universales.
Tal es el caso de los aficionados al k-pop, quienes hablaremos a continuación para reflexionar en torno a cómo las marcas pueden sumarse de manera orgánica a estas iniciativas que vienen desde los consumidores.
El caso del k-pop
Los y las aficionadas al k-pop (música pop de Corea del Sur) han demostrado desde hace mucho tiempo sus habilidades de coordinación en redes sociales. Por ejemplo, no es raro que prácticamente todos los días te despiertes y revises las tendencias de Twitter para encontrarte con un término posicionado por ellos, porque mientras en nuestro hemisferio es de noche, en Asia ya es de día. Pero es importante destacar que no todos los fans del k-pop son asiáticos; de hecho, existen millones de aficionados en todos los continentes, sin importar su lengua materna.
Ahora bien, los k-poperos no solamente son expertos en hacer que sus ídolos BTS o Blackpink sean tendencia todo el tiempo, agoten los boletos para sus conciertos o aparezcan en la cima de los conteos de éxitos. Su capacidad y ganas de hacer de éste un mundo mejor va mucho más allá.
Recientemente, sus actividades han cobrado mucha relevancia, primero porque se sumaron al movimiento #BlackLivesMatter, pero con una razón de ser: estos jóvenes no solamente son idealistas y ya, sino que han sabido reconocer la influencia que la música (especialmente el hip hop) y la moda afroamericana han tenido en sus grupos favoritos.
Además, lograron saturar con etiquetas antirracistas una aplicación de la policía de Dallas que buscaba información sobre manifestantes relacionados al mencionado movimiento e igualaron una donación de un millón de dólares que había hecho el grupo BTS a asociaciones relacionadas con Black Lives Matter.
Y luego saltaron a lo político: ante la próxima elección presidencial en Estados Unidos, “inflaron” las expectativas de asistencia a un mitin del presidente Donald Trump comprando cientos de boletos, aunque “lamentablemente” no pensaban usarlos, así que muchísimos asientos quedaron vacíos. El equipo del político negó que los k-poperos tuvieran algo que ver con ello, pero ellos se encargaron de desmentirlo con pruebas.
Los fans muchas veces hacen tendencia palabras al azar sin siquiera proponérselo, pero es tal su pasión e influencia, que lo logran. Por ello es que políticos y extremistas de todo el mundo comienzan a temerles, especialmente porque muchísimos de ellos ya están en edad de votar. Las elecciones de 2020 en Estados Unidos serán la primera de varias ocasiones en donde su poder político podría quedar demostrado.
Otros casos de activismo digital
Pero la gran influencia de los aficionados al k-pop no es un caso aislado: también tenemos el movimiento #MeToo, un hashtag que lo cambió todo y cimbró no solamente a Hollywood, sino también a otros ámbitos de la sociedad internacional.
Así mismo, el movimiento del 15-M (España, mayo 2011) vio en las redes sociales unas aliadas esenciales para movilizar a miles de personas. Otro ejemplo tiene que ver con los movimientos feministas en América Latina, y así podemos seguir contando.
Y, por supuesto, no podemos olvidar el caso del comercial de Pepsi con Kendall Jenner (2017), el cual fue criticado por expertos y activistas, quienes lo tacharon de banal, trivial y poco sensible hacia la lucha de la comunidad afroamericana por la igualdad de derechos. En menos de 24 hrs., la refresquera retiró el anuncio y se disculpó con la modelo.
¿Qué tienen en común todos estos movimientos?
Existen algunas claves para el éxito de estas campañas de activismo digital, por ejemplo:
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Estructura: los participantes tienen vías de involucramiento, acciones a realizar y responsabilidades. El resultado es tan importante como el proceso.
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“Glocal”: conectan lo local o nacional con lo global, y eso sucede en gran parte gracias a las redes sociales, videos, TikTok, WhatsApp y demás vías de comunicación que no tienen fronteras.
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Objetivo específico y claro.
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Consciencia de que los éxitos no son individuales, sino colectivos. “Si gana un grupo, ganamos todos como humanidad”.
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Estrategia a largo plazo donde se conjunten muchas otras campañas y acciones: una pequeña llamita puede convertirse en un incendio.
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Un movimiento económico, social o político que dé más visibilidad a la causa.
El papel de las marcas: una nueva identidad
Como lo hemos platicado, si bien las marcas deben y pueden ser agentes que pongan en la agenda temas relevantes, también es posible que se sumen a movimientos creados por los consumidores. La cuestión aquí es cómo hacerlo de manera auténtica para que las acciones sean parte de su identidad como impulsoras del cambio positivo de la sociedad.
Un primer paso sería ver estos movimientos no como una simple tendencia temporal o un hashtag, sino como un reflejo de lo que realmente está pasando en el mundo y de un problema específico a atender, que nos compete a todos los seres humanos.
Así mismo, hay que traducir las buenas intenciones en acciones concretas que impacten el negocio, como, por ejemplo, el boicot a Facebook, del que ya reflexionamos aquí.
Hay que ver la consistencia como táctica, para que no se nos tache de oportunistas. Puede que al inicio se reciban comentarios negativos, pero hay que seguir adelante, ser constante, y demostrar que la marca se involucra porque realmente cree en el movimiento y en las personas que son parte de él.
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Si tu marca se suma de esta manera a los movimientos, estamos seguros de que será bien recibida porque se percibirá como una aliada auténtica que dará fuerza y abrirá la conciencia de más personas para el bien común, lo que se traducirá en beneficios tangibles.
Abramos así la conversación e intercambiemos ideas sobre cómo puedes sumarte a estas iniciativas con una estrategia de comunicación digital adecuada, fuerte y auténtica.